Cuento de una maldiciĆ³n anunciada
Por Aniri.
Erase un reino que aƱo tras aƱos organizaba una gran feria. Un aƱo, en el templete principal se ofreciĆ³ un espectĆ”culo burlesco que mereciĆ³ fama mundial y tuvo por histriĆ³n al PRĆncipe del reino DesPeiƱadero. Todo era felicidad hasta ese momento: las encuestas lo favorecĆan; su hada maestra habĆa movido cielo, mar y SNTE para que fuese EL ELEGIDO; y en su corte, el ramillete de princesas gaviotinas cada dĆa daban muestras de su gentileza y sencillez. Sin embargo, su mayor encanto era el engominado copete que portaba; reluciente ante las cĆ”maras, hacĆa caer ante sus pies a cientos de mujeres plebeyas.
Nadie sabĆa que tanta felicidad pronto se opacarĆa por una maldiciĆ³n que el PRĆncipe sufrĆa, pero que hasta el momento habĆa permanecido opacada por tanta galanura. La maldiciĆ³n consistĆa en que las habilidades polĆticas e intelectuales del PRĆncipe seductor eran similares a las de una mosca: podĆa tener muchos ojos, hasta la nuca; ser muy rĆ”pido para escabullirse entre la “prole” y lograr su ascenso; frecuentemente se lavaba las manitas; pero su debilidad es que era extremadamente propenso a la mierda humana y sus derivados. Lo putrefacto lo extasiaba, de ahĆ se alimentaba.
Un dĆa intentĆ³ contrarrestar esa escatolĆ³gica adicciĆ³n leyendo algo nutricio… hojeĆ³ la Biblia, pero pronto se aburriĆ³. Entonces buscĆ³ otros tĆtulos mĆ”s allegados a sus aspiraciones y encontrĆ³ El Ć”guila en la silla, de un tal Krauze, ¿o Fuentes?… ¡quĆ© importa!... Lo que sĆ, es que no entendiĆ³ muy bien de quĆ© se trataba, ademĆ”s, el ingenio que despedĆa no ofrecĆa ningĆŗn atractivo para su propensiĆ³n. Hasta aquĆ llegĆ³ su intento y mandĆ³ traer a su trono toda la colecciĆ³n de Tvynovelas, Enciclopedia Nacional. Tan extasiado quedĆ³ despuĆ©s de haber leĆdo tanta mierda, que hasta se le ocurriĆ³ excretar su propio libro. DebĆa ser una obra ¡esperanzadora!, basada en la Nueva Alianza y con miras a usar en beneficio del Panal, el fomento del empleo y la educaciĆ³n de sus sĆŗbditos.
Pronto estuvo lista La Gran Esperanza de MĆ©xico. Aquel aƱo, el engominado PRĆncipe desfilĆ³ por la alfombra de la famosa Feria sobaqueando su esperanzador libro. DespuĆ©s de pronunciar su fĆ©tido discurso, inesperadamente, un torpedo sobrevolĆ³ hasta nuestro PRĆncipe y le dejĆ³ cara de perplejo: citar tres libros o tres autores que hubieran marcado su vida.
Al PRĆncipe le dio peƱita mencionar su obra de inspiraciĆ³n porque sabĆa que por esos lares era repugnada por su hediondez. AsĆ que, rememorando aquel intento de contrarrestar su maldiciĆ³n, balbuciĆ³ algunos nombres y tĆtulos que medio se acordĆ³. Con el primero se librĆ³ a medias, pero con los dos Ćŗltimos, de plano, ya no dio una: que si el nopal del Ć”guila, o la silla del Ć”guila de un tal Krauze; que si los cuentitos que su hada maestra le leyĆ³ cuando era niƱo (me pregunto si entre Ć©stos incluyo El Principe de Maquivelo)..
[Por su fealdad, omitĆ la imagen de la hada maestra]
total, para no hacerles el cuento mĆ”s largo…
El rebumbio no se hizo esperar y todo mundo acudiĆ³ a contemplar la excreciĆ³n que manchĆ³ aquella prestigiada alfombra. Ni su hada maestra pudo acallar la burladera. Nuestro PRĆncipe, se desgreĆ±Ć³ el copete y se refundiĆ³ en su trono. La desesperaciĆ³n de su corte de princesas se hizo notar con toda su flatulencia… al parecer la maldiciĆ³n habĆa sido heredada.
Algunos argumentaron que fue pifia; otros, mĆ”s preocupados por el reino que por la alfombra, se cuestionaron si Ć©ste habĆa de llegar a ser rey; y los mĆ”s, le ofrecieron remedios Gandhi para su hediondez literaria.
El Ćŗnico consuelo para el PRĆncipe y su corte de princesitas flatosas es haber colmado el trend topic de las redes sociales.
¿CuĆ”l serĆ” la moraleja del cuento?
Les invito a participar.
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