Historias breves
Mors certa, causa incerta.
Por Irina A.R.R.
Las exiguas esperanzas que ella había
guardado mientras compraba las toallas, se disolvieron al regresar al hospital.
Un sollozo multitudinario en la sala de espera le reveló que la matriarca había
cerrado sus ojitos para siempre. Con el llanto, vinieron las ganas de orinar,
éstas fueron el pretexto para evadir la autoridad del guardia y escabullirse hasta
la habitación en que su abuela yacía sin vida, rodeada de sus cuatro hijas,
para aferrarse a sus pies y llorar desinhibidamente.
En el fondo, la nieta intuía que la fuerza
vital que había acompañado a la matriarca octagenaria era arrasada por
el torbellino de un drama shakespeareano. Unos minutos antes de su despedida lo
había podido constatar a través de sus propios labios:
–Abuelita,
tus pies están muy fríos –Le dijo al tomarlos entre sus manos y darles un suave
masaje.
–Te
quiero mucho. A todos los quiero. –Expresó con dificultad.
–Abuelita,
aún tenemos algunos proyectos pendientes…
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